Hace más de veinte años una
pintada callejera me impactó, hasta el punto de incluirla entre mis
pensamientos desde entonces. Fue en
Guantánamo, Cuba, durante la preparación de un Proyecto que posteriormente
llevaríamos a cabo en la isla.
Al volver a Madrid, consulté el
asunto; el contenido del graffiti me había intrigado, y como digo aún lo hace.
Una buena persona, muy respetada
por mí, me comentó la importancia de su contenido el cuál dicho sea de paso era:
“Los Deberes primero. Los Derechos después”. Antonio que así se llama este buen, experimentado y luchador amigo,
ejemplo de mil batallas y “Jefe” respetado y ejemplo en mi lugar de trabajo, me
hizo el siguiente comentario:
“Quizás lo más acertado fuera que
no hubiera una preeminencia de unos sobre otros, al referirse a Derechos y
Deberes, y que éstos crecieran, se disfrutaran y se insertaran a la vez. “
No negaré que es una reflexión que me ha
seguido siendo recurrente en el día a día. Por un lado porque mantengo que
siendo los Derechos una realidad inalienable, a la vez reconozco que los
compromisos y deberes deben ser también asumidos y trabajados a la misma
velocidad que los Derechos.
Por ello, el problema sin duda
aparece cuando las velocidades son distintas, desconocidas o incluso
confundidas con “libertades personales” calculadas de forma individual y
sustentadas en el trabajo y esfuerzo de
otros, para quienes casi siempre parece no haber espacio para el disfrute y sí sólo para el servicio.
Esta controversia la localizo, es
sencillo, en todos y cada uno de los espacios de los que participo; ya sean
éstos sociales, laborales, formativos, educativos, de tiempo libre; con lo que
entiendo que se ha convertido en algo
más que habitual, a la vez que no es únicamente conocido por mí.
Por ello, aquella pintada
callejera y bien hecha que leí en su día, no sólo no se quedó en
el olvido, sino que su “discusión y debate” disfrutan de una real vigencia.
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